Cuando el Conquistador Hernán Cortez llega en 1519 a las tierras de México, se encontró con un rito que parecía burlarse de la muerte. Tanto los Aztecas, Toltecas, Olmecas y los Zapotecas celebraban durante dos meses un festival que coincidía con el noveno mes del calendario solar Azteca. Este festival ya tenía tres mil años de antigüedad y estaba basado en la creencia que durante el festival los parientes fallecidos volvían con el propósito de convivir con sus contemporáneos por esos dos meses.

Como muchas de las culturas antiguas y modernas, los habitantes de lo que seria llamado México, creían en la inmortalidad del espíritu, y que este se trasladaba a otros lugares después de la muerte. Con los Aztecas que se encontró Cortez, estos veían la vida y la muerte como un estado unificado. Para ellos la vida era un sueño, y que la llegada de la muerte los despertaba. Los religiosos españoles se escandalizaron con este concepto pagano y las celebraciones del retorno de parientes muertos. Estos intentaron erradicar la costumbre, pero estaba demasiado arraigada entre la población.  Dado esto, los españoles cambiaron la fecha del festival para que coincida con el Día de Todos los Santos que se celebra el 1 y 2 de noviembre. Así hicieron los españoles con muchos ritos católicos, introduciéndolos en envases Aztecas, con resultados mixtos.

En el México de hoy se celebra el Día de Muertos tanto en las ciudades como en el campo, e igual entre la población mestiza y la autóctona. El pueblo de Pasquaro en Michoacán, al lado de las orillas del lago del mismo nombre, es reconocido por su colorido atuendo para esta fecha, que lleva a los lugareños a construir elaborados altares en sus casas y en el cementerio en honor de sus fallecidos seres queridos.  Se extienden mantas al lado de los sepulcros, y con ánimo festivo, se reúnen los familiares esperando el regreso de las almas queridas.

La creencia se basa en que el alma es inmortal y que reposa en el mundo Miclán, donde permanecen hasta regresar anualmente en noviembre para compartir con sus parientes. Los altares también tienen significados, por ejemplo, cada vela representa un pariente fallecido, con ofrendas de frutas y dulces. Se colocan panes en forma de huesos y porciones de chocolate y mole, calaveras de azúcar con el nombre del finado, mas fotografías de cada ser celebrado entre calabazas en tacha (calabazas azucaradas). Se dice que la fragancia de las velas ayuda orientar a las almas viajantes para llegar a sus altares (si se apagan se pierde el alma), ayudado de los platos favoritos de estos en vida. Pasadas

las “visitas”, las “sobras” se pueden comer ya que los “invitados” se comieron solo las entrañas, invisibles a la vista de los vivientes. La flor de esta fiesta es la caléndula, o “Flor de Muerto” (zempasuchil en Náhuatl) y se arregla en torno al altar o tumba.

Durante el tiempo de los Aztecas y en Mesoamérica, se acostumbraba guardar las calaveras como trofeos y se presentaban durante las fiestas. Los esqueletos se guardaban en grandes macetas de barro, acompañados de collares y prendas en oro, así conservaban lo que necesitarían durante muertos.

Todavía hoy, en el México moderno, se exhiben símbolos dramáticos del Día de Muertos como los petates (alfombras de paja) donde se recibe al recién nacido, se comen las meriendas, se duerme y se discuten temas entre familia, y por ultimo, como “mortajas” o mantas funerarias. Otras imágenes son el agua significando vida, y la sal como erradicador de la corrupción y conservador de lo viviente. Los esqueletitos aparecen en  muchas artesanías. Uno lleva el nombre de La Catrina, creado por un artista revolucionario y que representa el esqueleto de una mujer en vestido fino, representando así a los ricos. Por ultimo, “las calaveras” también son poemas burlándose de los muertos y los políticos.

El Día de Muertos es un día de reflexión sobre el significado de la vida y para considerar nuestro propósito en este mundo. No es un día de luto, pero una celebración. Es una fecha para recordar y manifestar el amor y el respeto por los que ya no nos acompañan. Es entonces una fiesta para fortalecer las relaciones familiares, promover la solidaridad comunitaria, y contrarrestar el miedo a la muerte con el humor.

El escritor mexicano Octavio Paz, ganador del Premio Nóbel de Literatura 1990, escribe que el hombre debe de abrirse hacia la muerte si desea de abrirse el mismo a la vida, solo así podrá “ser como los ángeles.”

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